Miguel Ángel Montilla fué a un colegio Salesiano.
Demasiada inhibición, demasiado miedo a pecar, demasiada contención, demasiada castidad, demasiada norma represiva.
De toda mi experiencia en este colegio mi memoria salva como punta iceberg la llegada de un profesor llamado Don Augusto. (paradójicamente tenía nombre de la figura del payaso que hace de tonto, pero que en el fondo es el más listo, porque se permite la licencia de preguntar más allá de lo lógico). Bueno, pues de toda mi experiencia salesiana salvo las clases de este hombre donde a través de juegos y sin que nos diéramos cuenta nos hacía hablar en público.
Daba igual lo que contáramos, el hecho es que conseguía que cada uno de nosotros durante un minuto expresara frente a toda la clase alguna idea, alguna sensación, alguna vivencia, o algún recuerdo.
Augusto tenía el don de quitarnos la vergüenza, de no juzgarnos, de tomar la “oratoria” como parte de un juego. Siento que la semilla de este hombre caló en mi y ahora brota con nuestros alumnos de @lacreativa.
En nuestra escuela de expresión tratamos cada miércoles que los alumnos se sientan tan libres como me sentí aquellos tiempos tan lejanos con aquel maestro de vocación, buscamos por todos los medios posibles: a través del movimiento, a través de la voz, a través de la percusión, a través de la danza, a través de la pantomima, a través del mundo de las lecturas dramatizadas, a través del teatro sensorial, ect, ect. Buscamos que cada persona encuentre su canal expresivo propio, rompiendo inhibiciones, abriendo nuevos caminos de expresión y sobre todo que se sienta libre de mostrarse frente a los demás. Tal cual es.
A veces tengo la impresión que cuando crecemos nos protegemos de los demás por miedo a hacer el ridículo, o por miedo a que nuestro corazón sufra si nos mostramos con verdadera autenticidad. En @lacreativa estamos convencidos que gran parte de nuestra pedagogía teatral versa en quitarnos el miedo a ser nosotros mismos. Como Augusto me enseñó hace 34 años.