Imagino un cabaret que transcurre en absoluta oscuridad.
Los números de strip tease se imaginan, sólo se escuchan sonidos de cremalleras, de corchetes, de botones que se desatan, de ropa que cae al suelo.
Hay un número que hace un hombre de 1 metro de estatura con la mujer más grande del mundo. El se le declara, le dice palabras bellas, la cautiva con su voz, con las caricias que le profesa en sus pies desnudos, al final del número enciende un cigarrillo y la luz nos hace ver la diferencia de estaturas. El número termina cuando ella lo coge en brazos y lo besa largamente en la boca, aspirando el humo de su cigarro.
Hay un número de un extraterrestre que vive en la tierra desde hace más de 10000 años y ha venido a este Cabaret a desvelar su existencia. Alguien infiltrado del público le pregunta.
¿Qué has aprendido de los humanos en este tiempo?.
-Necesito 10000 años más para responder a esa pregunta le responde con acento kaukasiano.
Hay un número de un malabarista que hace malabares con granadas de mano.
En un momento dado quita la espoleta de las tres y dice al público. Que levante la mano quien no está conforme con la vida que lleva.
Hay un número de un payaso. Lleva una tarta en la mano. Va pasando por entre el público con una vela de cumpleaños encendida y cantando “cumpleaños feliz”. Pregunta este tipo de cosas:
-Has mentido más tres veces en un día?
-Cuando fue la última vez que lloraste en el cine?
-te has abandonado alguna vez?
-donde está el brillo de tus ojos?
-eres o pareces ser?
La tarta se la estampa al que no responde.
El silencio siempre es dulce, dice entre risas histéricas.
En el número final se lee el tarot con una linterna
al que le sale la carta de «la muerte» se queda con lo actores.
El público abandona el espacio, menos la persona a la que salio «la muerte», que es devorada por los comediantes.
El cabaret de los sentidos ha nacido hoy aquí.