El autobús se ha convertido en un medio de transporte de 3 clase.
Suben a él personas que no tienen la posibilidad de ir en coche: emigrantes, jubilados, estudiantes, ect.
Algunos autobuses emprenden viajes de muchas horas de duración, con infinidad de paradas.
El viaje es tediosamente largo.
Llamé hace unos días a la compañía Alsa para ofrecer mis servicios de “narrador de historias” en los viajes que exceden las tres horas.
Contaría leyendas e historiografía de los paisajes que vamos dejando atrás.
A razón de 15 minutos cada hora.
De esta forma el viaje estaría bañado de memorias del pasado, de anécdotas de otra época, de vidas pasadas que transcurrieron por los parajes que la ventanilla del autobús va dejando atrás.
Le ofrecí la posibilidad de hacerlo en varias lenguas: valenciano, inglés, francés,portugués y japonés.
El que me atendía al otro lado del hilo teléfonico me dijo que si estaba de broma.
Le dije que hablaba totalmente en serio, que creía fervientemente que los viajes en autobús cobrarían una dimensión nueva, cargada de metáforas, viajes que serían recordados por las historias, que los viajeros subirían al autobús con el deseo de escuchar de sentir el pasado histórico-ancestral en su piel.
A través de la narración oral la compañía Alsa comenzaría aumentar su cupo de viajeros, y entrarían a sus asientos amantes de la palabra, amantes de la tradición oral, del folklore, del paisaje vivo novelado, de los cuentos, de las poesías, de las canciones de nuestros abuelos.
-mira- me dijo
Yo ya no tengo edad para escuchar cuentos.
Cuéntale el cuento a otra oreja.
Afortunadamente hay más compañías de autobuses o qué diablos porque no abrir yo la primera compañía de autobuses con relato.
