En @la creativa escuela de expresión del Alto Vinalopo, somos curiosos y tratamos de no crear ningún dogma. Nos hacemos preguntas y buscamos respuestas, de manera colectiva, tal vez guiados por José Ortiz “gran buscador” o por mí, pero nunca tenemos una certeza absoluta.
Somos escépticos a dar recetas a nuestros alumnos, queremos que ellos mismos inventen las suyas propias. Proporcionamos materiales, alentamos a que investiguen para encontrar su propia manera de hacer. No queremos copiar a nadie, no queremos seguir ninguna tendencia, simplemente observamos la vida y su procesos, jugando con ella.
Durante estos días de búsqueda para aportar materiales nuevos a la escuela anduve estudiando a Gurdjieff, la verdad este hombre me fascina y entiendo que necesitaré unos cuantos años para empezar a entender sus conceptos.
Gurdjieff nos habla que el principal camino para el autoconocimiento, para poder dejar sacar al ser superior que anida dentro de nosotros es “la respiración”. Hay que dejar al cuerpo que respire y no boicotear este hecho con los asuntos de nuestro ego, con nuestras tensiones producidas por pretender vivir desde “fuera de nosotros mismos” sin estar conectados con nuestra verdadera esencia.
En teatro se nota mucho cuando actor/actriz está realmente conectado con una verdad profunda que le fluye por todos los poros de su piel. Cuando eso ocurre el auditorio hace silencio y se produce una comunión intensa con el intérprete.
Las pocas veces que he presenciado rituales escénicos así, me han transformado, ya nada sigue igual desde que vives una experiencia de alguien que ha conectado con su ser más profundo y utiliza el arte para compartirlo fuera de sí.
Recuerdo una obra de teatro llamada ROJOS GLOBOS ROJOS de Tato Pavlovsky que ví en la Casa América en el año 1995.
Cómo es posible que la recuerde y me siga emocionando lo que sentí aquella tarde. Eduardo Pavlovsky consiguió aquella tarde en Madrid que yo ya no fuera el mismo tipo que entró a aquella función con la intención de pasar un rato.
Me caló el alma. La historia narraba la resistencia de un hombre contra un sistema que lo quiere acallar.
En nuestra escuela de expresión estamos impregnados de ese espíritu de resistencia y hacemos teatro para no olvidar que podemos expresarnos y dirigir nuestro destino por más que se empeñen en convertirnos en seres anodinos dispuestos a obedecer a un sistema que se hunde.
Tanto Gurdjieff como Pavlovsky nos enseñan que el secreto de un artista esta dentro de sí y nunca fuera.