miguel angel montilla

Gerardo Esteve un narrador estrafalariamente insólito.

 

En el mundo de la narración oral y creo que debido a la tendencia que marcó Francisco Garzón Cespedes (fundador de movimiento de narración oral escénica)  se ha impuesto como código escénico a seguir una forma de narrar que basa todo su protagonismo en la palabra. Hay una espada de Damocles sobre los narradores que contamos con objetos o con elementos escenográficos .

Más allá de reiterar la historia el utilizar un objeto contando crea un foco de atención concreto sobre todo para cuando se cuenta a niños de 1 o 2 años.

El viernes tuve la oportunidad de asistir al espectáculo “Con lo puesto y un botijo” , Gerardo nos narraba historias de sus recuerdos que tenía guardados  como tesoro dentro de una fiambrera, los objetos que sacaba estaban cargados de su memoria poética y nos llevaba a  otro tiempo donde parece ser que si que había tiempo.

Las historias de Gerardo te envuelven con un halo de excentricismo y misterio, auténtico, de autor, ajeno a modas o tendencias, él vive su creación con la honestidad del que se arriesga a coincidir o no  con el gusto del público.

Fue un aire fresco el que me aportó en la noche del viernes en el teatro Castelar de Elda, pues ver como otros se atreven a contar historias sin dogmas, sin camisas de fuerza, sin manual de instrucciones es liberador y parece que te permite a ti también arriesgarte a probar otras formas de contar que la que marcan los cánones establecidos por los “narradores orales ortodoxos”.

En cualquier caso los chamanes utilizaban para sus cuentos, frutos con semillas, ramas de árbol, piedras, tierra y todos estos elementos hacían conectar con algo más reconocible que anclara las historias al mundo real.

Seguiremos investigando para no dar por sentado que hay que “contar” de una determinada manera.

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