Este fin de semana tuve la suerte de asistir a un curso de payasos en la escuela Los hijos de Augusto, de la mano de Jesús Jara y Amaia Prieto.
Esta pareja trabaja con especial sensibilidad el lenguaje del clow, se nota el profundo respeto que les merece el oficio que Fellini consideraba como el máximo escalafón al que puede aspirar un actor.
Durante el curso nos fueron planteando ejercicios que iban encaminados a despertar nuestro sentido del juego. Uno siente que hace años que no «juega de verdad» y poco a poco se va entrando en una dinámica de encuentro contigo mismo y con los demás a través de la «carantoña», el «histrionismo», la «jocosidad», la «bufonada» y el sincero divertimento que produce salir de tu margen de maniobra gestual cotidiano.
Las propuestas apuestan por entrar en el «estado payaso», un estado donde la calamidad es una oportunidad para que el payaso viva, un estado donde no hay que actuar sino ser, un estado que parece una burbuja frágil que se desliza a un mundo que no es de este mundo y sin embargo se comparte en este mundo. (creo que me he líao con tantos mundos).
El payaso siempre está en conexión visual con el público, siempre está dispuesto a darlo todo, con gran emoción, siempre lleva al máximo la propuesta que se plantea. Si vas a medias te quedas corto si te pasas estás en el buen camino, siempre que seas honesto, que lo vivas desde el fondo de tu corazón.
Entré al curso con la intención de aprender del mundo payaso y descubrí que con confianza y trabajo se puede uno poner una nariz y ser verdadero con lo que haces. (mis compañeros me fascinaron por su implicación y cada uno de ellos me enseñaba algo que me convertía a cada instante en un filántropo de lo que había detrás de esas narices rojas)
Los comentarios de Jesús y Amaia dirijidos a nuestras improvisaciones nos iban dando la confianza necesaria para que el ambiente de grupo permitiera el estado de vulnerabilidad necesario para la experimentación en un territorio intimo en el que o te «expresas de verdad» o se dislumbra claramente la máscara que has ido forjando en tu vida para defenderte del mundo y ésta máscara tiene que caer cuando te pones la naríz roja o de lo contrario la disonancia está servida.
En un mundo capitaneado por la razón y el intelecto, donde «la mente patriarcal» expolia, exclaviza y destruye, el mundo payaso surge como una oportunidad de desbloqueo, como un poderoso emblema rojo de lo que sienten los corazones, como una luz que ilumina el alma y nos muestra nuestra condición de «comedia humana», que se afana en vivir apresando las emociones, encerrando los sentimientos en espacios muertos y tapando lo que realmente somos cada uno de lo seres que hacemos este viaje llamado vida.
Estoy agradecido por lo sentido en el curso, sin duda, los buenos pedagogos te acompañan por caminos difíciles y te dan la mano para que no caigas, te invitan a que sigas sólo, te alientan sobre lo bueno que hiciste aunque hayas hecho un desastre de improvisación y siempre rescatan algo por lo que mereció la pena salir a hacer «astracanadas» de toda índole con o sin razón.
En este curso he sentido la importancia de salir de las «zonas de confort», donde uno se instala y permanece cómodo hasta que como el agua estancada empieza a pudrirse.
Me dá la impresión que esto es sólo el principio de una gran aventura, la de salir del territorio de lo conocido para explorar que hay más allá del límite que yo mismo me imaginé y peligrosamente acoté.
Las creencias limitantes son uno de los mayores enemigos del artista puesto que «anclarse» en una bahía donde hay buena pesca y es reconocido tu status es comenzar a firmar tu «muerte creativa».Hay que plantarle cara al «ego», para que te deje salir de su control.
Jesús y Amaia
!gracias por hacer este trabajo de despertar el payaso que todos llevamos dentro, vuestro oficio tiene sentido porque nos da sentido.!!!
Este curso ha sido un verdadero regalo para dejar de vivir «de memoria».
Por que el pasado ya pasó
El payaso vive en el presente con intensidad y ardor
sabe que está vivo y sabe que «la parca» le ronda como a todos los mortales advirtiendo con su sombra que lo que no vivas hoy ya nunca lo vivirás.
Por eso el payaso celebra la vida y se burla de la muerte cada vez que pisa el escenario.Y lo que lo hace grande es que ese sentimiento lo comparte a los que lo miran, sintiendo la complicidad que nos une. (pasarán cien años y no estaremos aquí)
Anoto una frase que guardo en mi memoria como resumen de este curso»
«asumo toda la responsabilidad al oler este Jamón de Teruel».
Nota: el próximo 6 de abril con la colaboración de Alexander Braconier comenzamos tercer trimestre de @lacreativa con un objetivo :
jugar a ser payasos …
¿te apuntas?