Anduve en la casa de un amigo «grande».
Se acerca a los 80 años con la mirada tímida de un niño.
Conversarsamos en una casa cargada de libros y anotaciones.
Me habló de su grupo de investigación creado en torno a la fuerza de «la pregunta»,
si uno se pregunta, moviliza sus pasos buscando respuestas, si uno no se pregunta se conforma con las respuestas que le dan otros.
me habló sobre las «resonancias del silencio»,
me habló sobre «la poética de la oscuridad»,
me habló sobre «el trance» y el «sueño»,
me habló sobre sus experiencias que tuvo contando «cuentos incompletos» en los que el auditorio se permitía la licencia de imaginar posibles tramas, (cada uno la suya propia).
En un momento dado el confiesa que sólo tiene preguntas ante el gran «misterio» en el que habitamos…
En un mundo de tantas «certezas» de tanta «programación» de tanto «planing», Enrique se hace preguntas y navega en esas dubitaciones imaginarias al albor de la octogenaria cifra que le ronda.
Esbozando una sonrisa juvenil este hombre escuchaba en el aire lo que en ese momento se producía, viviendo el instante con la fragilidad de un naufrago que ha vivido toda suerte de ensoñaciones ulisíacas.
Me pregunto porqué una persona con tantísimo bagaje
con tanto que aportar al mundo teatral,
que ha creado un lenguaje propio,
que investiga en cada creación con la inocencia propia de un infante,
que es capaz de emanar poéticas nuevas de una belleza suprema,
que lanza al mundo mensajes tan bellos no tiene consolidadas su bases de funcionamiento vital
con
varias compañías que rueden por todo el mundo
con
una escuela de teatro sensorial internacional que sea foco y referente de un estilo propio
con un presupuesto capaz de producir al menos tres creaciones al año que nutran festivales experimentales de todo el mundo…
Si busco una respuesta tal vez es que la pompa de jabón de «teatro de los sentidos» es incapaz de someterse a políticas de marketing abrasador,
o que la propia idiosincrasia de la mariposa de los sentidos, con su fragilidad, no desea introducirse en la trituradora de la industria teatral, podrida por intereses puramente mercantilistas y consumibles.
no lo sé,
ayer sentí cerca de mi corazón
nostalgias bellas y enormes que me desbordaban
a cada paso hacía la estación iba dejando rodar lágrimas de «lo no vivido», como si se me escapara lo inabarcable.
Volví en el tren a mi ciudad natal
pisé mi pueblo con sofoco, como tiranizado por mi memoria
entre en la Salvadora
el nombre del Bar me alentó a
beber vino
me emborraché con los recuerdos,
con las imágenes pegadas en mi retina de un grupo de ensoñantes que saltan nubes,
que son invisibles y eternos,
musicantes del silencio ,
ambulantes de saudades
metafóricos volanderos de besos
y aromas, transparentes entre sombras,
y el vino me hizo viajar hacia otro tiempo
de momentos vividos con estos»gigantes»
que componen
el TEATRO DE LOS SENTIDOS.
https://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_de_los_Sentidos
y que forman parte de mi aurea,
ese lado mágico que se resiste a abandonarme y que me cubre como tatuaje cimbreado en mi piel persiguiendo mis noches oscuras del alma.