Me acuerdo cuando en el año 94 vivía en Japón y fui contratado como actor para representar escenas del siglo de oro español en un lugar dedicado a la cultura española
En el país del sol naciente el oficio de actor tiene una reputación como la de un médico, o un arquitecto o un científico, se considera que el trabajo de un actor es esencial para la sociedad porque en este oficio uno puede ver reflejadas historias ancestrales que cuentan nuestra identidad, nuestra razón de ser, nuestra condición como humanos mortales.
En Japón sentía que mi trabajo merecía la pena porque otorgaba un sentido a muchas personas.
En España la profesión de actor no tiene una consideración tan especial. La farándula es considerado un ámbito de vividores, borrachos, gente sin reputación. Tal vez haya algunos que entren dentro de estas descripciones pero hay muchos profesionales que trabajamos día a día por dignificar la profesión.
Desgraciadamente el intrusismo se apodera de todos los ámbitos de este oficio.
A nadie se le ocurre meterse en una mesa de quirófano sin formación adecuada o nadie firma planos de una catedral sin ser arquitecto.
Por qué entonces compañías de teatro amateur “rompen “ el mercado de los precios al actuar simple y sencillamente por una cena.
Ahora entiendo porque Angelica Lidell .
ha renunciado a actuar en este país.
Recuerdo que una tarde trabajando con ella en Port Aventura me dijo:
-nosotros somos la carne que devoran estos gusanos, somos carne de escenario…