Comienzan a crearse escuelas que entienden que el actor es algo más que un pedazo de carne.
Escuelas que consideran la vida espiritual, la energía y el poder de saltarse la convención como parte de su pedagogía teatral.
Escuelas que investigan con las vísceras, con los sentimientos profundos, con el ardor de vivir, con la furia que genera vivir en un mundo que golpea a aquellos que tratan de expresarse fuera de los márgenes.
Angelica Lidell no tiene escuela pero ella misma es una escuela andante, de hecho fue expulsada de la Resad. (MADRID)
Cuando uno va a sus espectáculos siente la miseria de la que estamos hechos los humanos y como hemos convertido el paraíso que nos fue cedido en un auténtico estercolero de vanidades.
Otra que milita en la resistencia contra los convencionalismos casposos y caducos es Jessica Walker, que mantiene una escuela experimental de artes escénicas en Barcelona, con un espíritu combativo y disidente. Ajena a modas, que busca la sencillez de lo que somos, y trata de conectar a sus alumnos con su ser más profundo, alejándolos de la cáscara que rodea esta profesión de actor, tan mañida, tan adulterada, más cerca del prostíbulo que del santuario.
Mi admiración también a Manuel de la Dueña y Gema que sostienen una carpa de teatro de autor en medio de la nada, entre el aeropuerto de Alicante y el Alted. Que valor, que coraje, que entrega a la profesión.
Sin duda estas personas sujetan el ideal de una humanidad que podría ser onírica y que ahora navega en el vertedero más profundo y soez.
Desde la @lacreativa , escuela experimental de artes escénicas del alto vinalopo tratamos también de poner nuestro granito de arena, a la búsqueda de una verdad escénica que de sentido a lo que hacemos y de paso a nuestra propias vidas.
El próximo 16 de marzo el valiente Jose Ortiz con un sequito de acólitos entusiasmados por la creación nos mostrarán que es posible pese a todas las circunstancias adversas crear y creer en un nuevo teatro. Que conecte con la belleza que el ser humano es capaz de compartir.
Ánimo primo. Parece que fue ayer cuando nos contábamos historias en la cama compartida de los abuelos.